El Sanador (capitulo 3)

Sus labios se depositaron en los suyos. Ella, que tímidamente pasaba en los días y en las noches miraba coqueta, casi insegura, de corta edad, nada de experiencia, y él, observador en esencia siempre la miraba. De comienzos no quería nada ni perseguía nada, pero la mirada especial en ojos de sufrimiento parecía envolverle en un raro pero apreciable color. Él le dijo: -te llevaré al paraíso. Ella responde: -no existe tal lugar. -acompáñame entonces princesa... _Ella toca su hombro, con calidas manos a una piel de noche y a intemperie.

Caminaron hacia una calle obscura, y fue ahí donde el se precipitó sobre ella, besándola, la muchacha sentía temor, y descubrimiento, como si hubiera hallado algo que buscaba, no sabia que sentía mientras caía en una mágica puerta, que los condujo a un lugar, con pastos largos nunca cortados, en luz de día extrañamente por un lago iluminados, ella se extasió, él siempre sospechó de aquel lugar, pero funcionó en ella, que nunca conoció amor, aquel momento le llenaba de seguridad absoluta, y lo tomó, mientras observaba atónito las aguas y le hizo caer a su lado, y como conociendo todo comenzó a besarle y no abrió sus ojos hasta cuando un grito, le hizo perder la virtud, la esencia que le mantenía insegura y tímida por las mañanas, que deseaba destruir por las noches; y era libertad, sus dedos acalambrados enrollados en los pastizales, y su corazón enarbolado, en viejas alegrías de niñez...

Ella supo inmediatamente, que él no le convenía, que era lo primero que se atravesaba en su camino inseguro, pero ahora renacía, ¿qué caso tenía mantenerse con semejante soñador, hallador de zonas mágica, cuando en realidad podía pisar firme ya, y salir a luchar por un azul por cualquier lugar, por que en la realidad, no existen los príncipes rojos.

Todo terminó. en la laguna se bañan bebes desnudos sin padres, alegres, y allí nunca se oscureció....


Raul Belmar Alanis